¿Somos realmente libres cuando damos nuestros datos en Internet?
El martes pasado, asistí en Campus Madrid de Google for Startups a la presentación del Observatorio del Impacto Social y Ético de la Inteligencia Artificial (OdiseIA).
Durante la mesa de debate que se organizó tras las conferencias iniciales, me chocó bastante una idea que se repitió en al menos un par de ocasiones: que los usuarios renunciamos con mucha facilidad a nuestra privacidad a cambio de comodidad, a cambio de que esas aplicaciones y servicios nos hagan la vida más fácil, todo esto propiciado, además, por la pasividad y la falta de cultura.
A simple vista, es una idea fácil de comprar. Sin embargo, me pregunto si verdaderamente es así.
¿Damos voluntariamente nuestros datos personales y abrimos muchos otros rincones de nuestra privacidad solo a cambio de comodidad? ¿El problema es nuestra pasividad? ¿O nuestra falta de cultura sobre privacidad?
¿O acaso los grandes recopiladores de información invierten ingentes cantidades de esfuerzo y de dinero en lograr que les demos nuestros datos?
¿Damos nuestros datos por pasividad o existe por parte de terceros una voluntad activa e incesante para lograr que bajemos la guardia?
¿Falta tanta cultura sobre privacidad o sobra tanto esfuerzo para hacer opaco lo que ocurre con nuestros datos una vez que le damos al botoncito de "acepto las cookies"?
Es demasiado inocente pensar que es libre e informado (o, peor aún, que es fruto exclusivo de la ignorancia y la pasividad) el nivel de renuncia a nuestra privacidad en la que incurrimos, por ejemplo, cuando descargamos una app y aceptamos sus términos y condiciones y le damos permisos sobre nuestro dispositivo.
Para empezar, porque los desarrolladores de esa app han dedicado mucho tiempo, esfuerzo y dinero en llegar a ti, en estar por delante de la competencia y en seducirte. Han aplicado técnicas y métodos que los profesionales del marketing y de los datos llevamos décadas mejorando y afinando. Cuentan con software, con datos, con expertos, para lograr que tengas la sensación de que descargarte esa app es lo que debes hacer ahora en tu vida.
Y una vez que tus datos son generados, recopilados, transmitidos, almacenados, agregados y explotados, pierdes por completo el control sobre ellos. Y esto, una vez más, no es mero fruto de la casualidad: es producto de un esfuerzo dirigido por cada vez más actores para lograr que esa opacidad siga estando acompañada de impunidad.
Si cualquiera de nosotros tuviéramos el presupuesto en abogados y lobbies de las grandes redes sociales, seguro que tendríamos nuestros datos mejor protegidos.
No es cuestión de pasividad, es cuestión de asimetría.